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"Zetas" incendian pueblo en Durango

Justo después de Navidad, sicarios del narcotráfico llegaron al pueblo de Tierras Coloradas en el norte de México, y lo incendiaron, dejando sin hogar a más de 150 personas en el intenso frío invernal. Los residentes, indígenas tepehuanos que hablan español como segunda lengua y no tienen electricidad ni agua corriente, ya habían huido al bosque y dormían bajo los árboles o en cuevas tras un primer ataque de los temidos "Zetas" el 26 de diciembre. El grupo, mediante asesinatos e intimidación, busca tomar el control de esta zona de cultivo de drogas. Los sicarios llegaron buscando a un hombre que supuestamente sembraba marihuana y que falleció tras matar a uno de los atacantes. "Por ahí se vio que mataron a uno y corrimos, porque dijimos van a matar a todos", dijo José, un líder de la comunidad, frente a los restos quemados de una escuela. El 28 de diciembre, dos días después del primer ataque, unos 50 o 60 hombres, algunos con pasamontañas y uniformes parecidos a los del Ejército, llegaron al pueblo y quemaron docenas de casas, dos escuelas, 17 camionetas, la radio y la tienda comunal. "Es una situación que se está desbordando", dijo el procurador de Justicia del estado de Durango, Ramiro Ortiz, en una reciente entrevista en su oficina. "Ahora el crimen organizado no tiene fronteras, no hay respeto a las familias, no hay respeto a mujeres ni a niños y cada ataque lo hacen de una situación (...) desmedida, totalmente brutal", agregó. El ataque a Tierras Coloradas es uno de los más dramáticos ejemplos de un fenómeno que sigue oculto en la guerra del narcotráfico en México: gente forzada a abandonar sus hogares por la violencia. La campaña militar y policial que inició hace cuatro años el presidente Felipe Calderón contra los cárteles ha afectado el balance de poder en el bajo mundo criminal y disparado una lucha por territorios en la que suelen quedar atrapados civiles inocentes. En Tierras Coloradas, a 11 horas de la capital estatal Durango y en el corazón de la región productora de marihuana y amapola conocida como el "Triángulo Dorado", José llamó a la policía por la única radio del pueblo pero le dijeron que había "gente peligrosa" en el camino que les impediría el paso. "Estuvimos esperando y esperando y nunca llegaron (los policías)", dijo Guadalupe, de 24 años, con un colorido vestido tradicional tepehuano. Con dificultad a causa de su cojera, ella huyó junto con su madre, siete hermanos y una sobrina de cuatro meses. Los residentes se escondieron en las montañas durante casi una semana hasta que soldados llegaron a lo que quedó del pueblo. En los norteños estados de Durango, Chihuahua y Tamaulipas, los cárteles enfrentados por el control de las rutas del narcotráfico a Estados Unidos han dado ultimátums a pueblos enteros para que se vayan o mueran. No hay cifras oficiales disponibles, pero el Internal Displacement Monitoring Center (IDMC) con sede en Ginebra, estima que 115,000 personas han sido desplazadas en México por la violencia del narco y otras 100,000 han huido a Estados Unidos. Las peticiones de mexicanos que buscan asilo en Estados Unidos alegando razones creíbles de miedo por sus vidas llegaron a 653 el año pasado, desde 312 en el 2008. PUEBLOS FANTASMA Comparado con Colombia, donde cerca de 3.4 millones de personas han sido desplazadas por décadas de conflicto entre narcotraficantes, guerrillas y paramilitares, el problema de México aún luce pequeño. Pero a medida que crece la violencia, con más de 34,000 asesinatos vinculados a la guerra del narcotráfico en los últimos cuatro años, el presidente Calderón está bajo presión para ayudar a los estados golpeados por el peso de los refugiados. Además de cerca de 1 millón de dólares para reconstruir Tierras Coloradas, Durango necesita otros 2.9 millones de dólares para construir viviendas para unas 1,400 personas que huyeron de la cercana Pueblo Nuevo por las amenazas de los narcos. El gobernador del Estado, Jorge Herrera, viajó la semana pasada a Tierras Coloradas en helicóptero para entregar hornillas, arroz, granos y aceite, así como sacos de cemento y ladrillos para la reconstrucción. Durango no es el único estado mexicano con pueblos fantasmas. En noviembre, unos 300 residentes de Ciudad Mier, en Tamaulipas, huyeron luego de que los narcos les dijeron que se fueran. El área alrededor en Tamaulipas, en la frontera con Texas, es azotada por la creciente violencia entre los Zetas y sus antiguos empleadores, el cártel del Golfo. Escenas similares pueden verse en la cercana Ciudad Juárez, la más afectada por la violencia del narcotráfico en el país. El año pasado los narcos dijeron a los habitantes de Práxedis G. Guerrero, a una hora de Ciudad Juárez, que tenían hasta el domingo de Pascua para irse. El alcalde dijo que quemaron 50 casas y un 30% de los habitantes no regresó. Y los que quedan tienen miedo. "La gente está encerrada en la casa. No hacen bailes ni nada, ni fiestas porque los amenazan", dijo un trabajador agrícola de 40 años en la silenciosa plaza central de Práxedis. Se cree que algunos de los pueblos de las sierras de Durango plantan drogas y ahora están en medio de la guerra entre sus compradores.

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