"País de muertos", tragedia del México violento y corrupto

La impunidad sobre la muerte de 49 niños quemados, de 65 mineros sepultados, de un joven empresario, de 20 trabajadores petroleros y de 45 indígenas, entre otros casos, conforman una crónica doliente del México reciente recogida en las páginas de "País de muertos". "¿Cómo es posible que hayamos construido un país para amontonar muertos en lugar de para ordenar una sociedad de los vivos?", se preguntó hoy en la presentación del libro el obispo Raúl Vera, conocido y premiado defensor de los derechos humanos. El clérigo ha tenido contacto directo con algunos de los casos que se narran, como la matanza de los indígenas de Acteal, ocurrida en Chiapas en 1997, y el dolor de las viudas de los mineros sepultados en Pasta de Conchos, en 2006. Desigualdad, corrupción e impunidad son los pecados civiles por los que México se ha convertido en un "Estado fallido", en un "narcoestado", bramó desde la sotana. Lacras que han obstaculizado "la posibilidad real de democracia". Vera, aunque indignado, solo catalizaba el dolor que transpiran las 13 crónicas de injusticia -doce escritas y una fotográfica- que recorren el país como una espina dorsal de dolor compartido, desde la desesperanzada Ciudad Juárez, en el norte, a las profundidades del mar sureño que baña Campeche. Alejandro Almazán, tres veces Premio Nacional de Periodismo; Arturo Rodríguez, del crítico semanario de investigación Proceso; Pablo Ordaz, corresponsal de El País en México; y Alejandro Cossío, fotógrafo del lado más cruel de Tijuana, son algunos de los que han convertido en palabras la estela de violencia que asesina México, y que suma más de 30.000 muertos en cuatro años y tres meses. "Este libro no es una fosa común ni un muro de lamentaciones", declaró Emiliano Ruiz, que escribe sobre la tragedia que acabo con veinte trabajadores de una plataforma petrolera. "País de muertos" es, dijo, un antídoto contra el olvido, contra los entierros rápidos que hacen las instituciones mexicanas, de cuerpos y de investigaciones. Un periodismo "distinto, crítico, que desafíe la versión oficial, que sea la voz de quienes no tienen cargo ni portavoz", afinó, porque, como mantuvo su compañero Almazán, "en México la violencia ha sido capaz de volverse invisible". "Ojalá volvamos a los tiempos en los que la muerte nos agarraba en la cama, y no en la calle, en un canal, en una guardería, en una discoteca", expresó Almazán, que acaba de publicar un reportaje sobre las mujeres dedicadas al sicariato y el narcotráfico en Ciudad Juárez. En "Entre perros", su última novela, consiguió retratar el mundo de los capos de la droga y sus pistoleros, de los periodistas comprados y los presidentes corruptos, con un aliento más real inclusive que la propia realidad, aprendido del oficio de reportero. Aquí vuelve a la violenta Sinaloa que también conoce, la de los mejores camarones de México y donde las balaceras no se molestan en refugiarse entre las sombras, para hablar de los abusos del ejército sobre la población civil en la llamada guerra al narcotráfico. El incendio de la guardería ABC, el operativo policial en el club News Divine, la explosión en la mina Pasta de Conchos, enterradas entre montañas de documentación que olvidaron a los culpables, vuelven a caminar por la nigromancia narrativa de los cronistas de "País de muertos". Pero para el mandatario Felipe Calderón, sentenció Arturo Rodríguez, "mostrar esa realidad es hablar mal de México".

• 2011-02-28T17:02:21+00:00
• Duration: 03:12

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